EN MOVIMIENTO


Por Aranzazu Álvarez


La madrugada del Sábado se disponía para una gran celebración por el penúltimo día del Festival Viña del Mar donde la gente deshacia sus voces cantando a capela junto al cantautor guatemalteco Ricardo Arjona.



Era la 1:30 AM cuando me fui a cama, de allí no supe la hora en que me quedé dormida, puesto que mi cansancio era grande por un largo viaje que había realizado a Cd. de Mendoza, Argentina para regularizar mi estadía en Chile como turista.

Un movimiento sacude mi cama, el susto me despierta esperando que pase pronto, pero el movimiento se intensifica de un segundo a otro, salgo de mi habitación y junto con mis compañeros de piso entre gritos y preguntas desesperadas de qué ocurre y lo que debemos hacer y, a como el movimiento tan brusco nos lo permite, corremos hacia la puerta principal. Se escuchaban gritos y azotes de puertas mientras desesperadamente bajabamos las escaleras desde el piso 13 en busca de llegar a la planta baja y encontrar la salida de emergencia. Todo fue tan rápido que no podemos imaginar el corto tiempo que nuestros cuerpos hicieron para llegar piso abajo.

Era un movimiento que nos azotaba de un lugar a otro, las alarmas de edificios vecinos sonaban, el crujir de las paredes no se hacía esperar, las luces de emergencia iluminaron instantáneamente las escaleras, y al llegar abajo en busca de sentir el contacto con el exterior, nos encontramos ante una Viña a oscuras y un gran chorro de agua que caía por la fachada del edificio desde el piso 20. La gente salía despaborida con mantas y niños en brazos, en pijama, descalzos y con un frío de costa. En ese momento de gran incertidumbre virabamos deseperadamente para ver nuestro alrededor en busca de un lugar seguro por esto de que el edificio se viniera abajo. Pocos minutos despues la gente seguía evacuando de edificios y casas vecinas, en las calles las luces de los autos iluminaban los rostros de quienes estabamos en calle esperando una respuesta de lo ocurrido.

La planta baja estaba repleta de gente de la tercera edad que buscaba un refugio entre el caos, los cuatro ascensores tenían una lluvia montada que estaba terminando de inundar el sitio más seguro del edificio puesto que las calderas de agua caliente que suministraba el servicio a los 20 pisos se reventaron y el agua corría, incluso por los conductos de ventilacion y repito, por la fachada del edificio. Todo parecía un filme, la angustia se prolongaba y todo apuntaba que la incertidumbre no desaparecería.

Las líneas telefónicas estaban colapsadas, no había servicio de internet a falta de energía eléctrica, los arrendatarios del edificio llenaban a los porteros de tantas preguntas que ni ellos mismos sabían la respuesta.

Nosotros tres junto con otro grupo de compañeros estabamos esperando noticias sobre la acera frente al edificio, la gente se cubría del frío a como podía, unos esperando a familiares y otros no tan desesperados aún permanecían en el piso 4 y 5 viendo desde su balcón lo que acontecía. Autos de bomberos y ambulancias corrían por las calles, se podía visualizar muros caídos, casas viejas agrietadas, el gran tráfico que se formaba por la desesperación formada por esta reacción de la madre naturaleza.

A una hora del movimiento, puesto que no sabíamos de que magnitud había sido, pudimos comunicarnos con nuestras familias e informarnos de lo ocurrido. La sorpresa fue al encontrarnos en medio de un terremoto de 8.8 a escala de Richter que había sacudido a Chile con epicentro en la región del Bio Bio.

Ante la ola de incertidumbre y las noticias internacionales sobre lo acontecido que informaban la alerta de tsunami, decidimos buscar nuestra documentación y trasladarnos al sector más alto de Viña del mar. Las replicas no dejaban de recordarnos la situación por la que estabamos pasando. A un par de horas del terremoto se contabilizaban 13 replicas de entre 6,2 y 5,4 grados de magnitud.

Las calles estaban desoladas y lo único que se respiraba era incertidumbre. Los chilenos regresaban a verificar los comercios dañados. No había ninguno abierto. Pedazos de pared y grandes ventanales yacían en el suelo, a lo lejos se veía como los carabinros de chile montaban patrullas en cualquier sitio para evitar saqueos, pero más de un par de tiendas ya habían sido víctimas de la delincuencia. Grandes letreros informaban que las sucursales permanecerían cerradas, la gente buscaba un lugar donde proveerse de víveres puesto que no sabríamos nuestra condición en las próximas horas.

Como era de esperarse, mucha gente de la tercera edad que no podía subir ni bajar las tantas escaleras del edificio lo desalojaron. Nosotros y familias que no teníamos opción alguna, volvímos y verificar los daños de nuestras viviendas. Era increíble ver que el movimiento sacudió por completo nuestro piso, cubiertos por el suelo, objetos y vasos rotos, muebles que cambiaron de posición y el desorden que provocamos a oscuras en búsqueda de lo primordial por eso de no poder regresar a casa.

No hemos podido dormir tranquilamente y nuestros cuerpos nos pasan la factura del esfuerzo de aquella madrugada, tenemos víveres para un par de días, y un techo dónde pasar los días el resto de réplicas que prometen, sucederán.

Como extranjeros nos inunda la carga de conciencia social de los chilenos que perdieron la vida entre los derrumbes y los dos millones de damnificados que perdieron sus pertenencias y con un poco de suerte duermen en albergues, mientras demás familias se encuentran sin bocadillo y un techo que los proteja del arrasante clima costero.

Hoy 28 de febrero, a un día del terremoto, la gente busca reincorporarse a sus posibilidades, los comercios permanecen cerrados, excepto los mercados de víveres que se saturan con largas filas, las panaderías hasta ayer cerraban por lapsos puesto que se saturaba el producto, los edificios se ven agrietados y con los cristales inservibles, la gente limpia las calles y buscan reparar de alguna forma los daños menores. El aeropuerto permanecerá cerrado por daños físicos y los vuelos están siendo desviados a la Argentina, y como sociedad que busca huír por mero instinto de supervivencia.  Las recomendaciones ha sido claras: quedarse en casa y evitar traslados.

Las replicas siguen haciendo de las suyas, la más fuerte se sintió a escasa hora de medio día, se ha informado que se prolongarán por más de un mes con menos intensidad, pero mientras eso sucede, estamos aquí en el piso 13 tratando de incorporarnos a lo que era nuestra vida antes de la madrugada del 27 de febrero del 2010, la madrugada del gran terremoto que sacudió a Chile.

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