VIÑA DE MIS OJOS


Por Aranzazu Álvarez


Iba hacia la ciudad de Viña del mar, el camino era arrasado por una densa neblina. El aeropuerto fue sólo la experiencia de la nueva experiencia, fuera de mi país, de mi gente, de mi historia.

Don Simón fue la primera persona que portó mi nombre sobre un pizarrón a la salida del pasillo Internacional, allí supe que ya me esperaban. Aquel hombre de sesenta y tantos me saludó alegremente como si ya nos conociéramos de tiempo pasado, me dijo: Aran Zazu tu vienes de México ¿no es así? Soy el encargado de llevarte a Viña del mar con tu familia, bienvenida a Chile. No tuve palabras para contestarle, la nostalgia de dejar mi país, la inquietud de conocer mi porvenir semestral y mi cansancio ganado a las quince horas de vuelo anterior fueron la causa de mi silencio y mis magnos gestos.
Con grandes charlas e intercambio de palabras fue mi recorrido de hora y media hacia Viña del mar. En el camino la neblina no dejaba ver los viñedos tan afamados que importan uno de los vinos más ricos del mundo. Bosques y coníferas verdes a pesar de estar en clima frio, aire fresco de campo combinado a la brisa del mar que ya se acercaba más.
7:35 am fue la hora que me recibió el puerto de Viña con la vista panorámica más borrosa apenas ,asomándose los buques que desembarcaban en Valparaíso. Nuestra travesía fue bajar desde las colinas hasta las faldas de Viña escuchando música chilena en la estación local. Así empecé a ver los rasgos de la gente, las ropas que portaban, los colores y arquitectura de las casas, el cielo tan nublado , los coches pequeños que se movilizaban despacio; la vida tan tranquila de la Viña, los comercios ambulantes y la historia que dejaba ver que había mucho más que una ciudad elitista para pasar las vacaciones.
Llegamos a la Calle Occidental con número 588 de la sección de la Viña alta. Una casa rosada con grandes ventanales y escueta me esperaba. Al llegar el Don Simón me comentó que hasta allí me llegaba el corrido y que era la casa de mis próximos meses. Al tocar ansiosa el timbre una ventanilla lateral se abrió, era mi hermano postizo el que me recibió. Luego, salió muy alegremente una señora, la señora de la casa: Mamá Carola. Así la apodé porque desde el primer contacto supe que nos llevaríamos muy bien. Después de despedirme de la primera imagen del chileno Don Simón, pasé a un rico desayuno improvisado, pan tostado con la mantequilla más deliciosa que en mi vida he probado. Allí, gran charla salió y pocas preguntas fueron contestadas, supe que con el tiempo vendrían las demás. Mi primer desayuno, mi primer descanso, mi primera familia de tantas que conocería en ese viaje que tanto me dejó. Así fueron las primeras horas de aquel 29 de Agosto del 2009, mi recibimiento a Chile y la primera casa que me acogería siendo extraña y ajena a esa familia.


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